martes, 15 de abril de 2014

Si te están haciendo daño, reconócelo y ¡adelante!

 

 Tras sufrir, las personas tendemos a escondernos en nuestra concha por miedo a que nos vuelvan a dañar. 

 Asumir que hemos sufrido, es sin duda lo más difícil y complicado de hacer. ¿Por qué? Porque cuando nos sentimos heridos, aparece instantáneamente nuestro instinto de supervivencia que nos lleva a mantenernos firmes a pesar de las adversidades.

  Es tan fuerte este instinto, que a veces nos complica el hecho de reconocer nuestro dolor y si no lo reconocemos, no podemos avanzar en nuestra recuperación posterior. 

Para el guerrero, no existe amor imposible.

Él no se deja intimidar por el silencio, por la indiferencia o por el rechazo. Sabe que, tras la máscara de hielo que usan las personas, existe un corazón de fuego.

Por eso el guerrero arriesga más que los otros. Busca incesantemente el amor de alguien, aun cuando esto signifique escuchar muchas veces la palabra "no", regresar a casa derrotado, sentirse rechazado en cuerpo y alma.

Un guerrero no se deja asustar cuando busca lo que necesita. Sin amor, él no es nada. 

 Asumirlo también nos cuesta porque a veces no queremos darnos cuenta de quién o qué nos lo está provocando. Es duro reconocer que las personas que tenemos al lado, son las que nos dañan. Sin embargo, es imprescindible este descubrimiento, para poder ser conscientes y actuar en consecuencia. La única manera de asumir el dolor para seguir adelante o para ponerle freno, es admitir que existe, que sufrimos, pero que no queremos volver a sufrir. Este es el primer paso.

 Hay algo importante que tienes que saber porque te ayudará en la recuperación de tu autoestima: Tú no eres responsable de cómo se comportan los demás contigo. Y no lo eres porque partimos de la base de que eres una buena persona que sólo intenta evolucionar en su desarrollo personal, y que no va por ahí, machacando a los demás. Si eres así, no tienes que ocuparte de lo que los demás piensen de ti o de cómo actúen contigo. Tú eres como eres y si no te respetan, no te quieren, porque el que ama de verdad, siempre respeta.

 Si piensan que por ser así, les fastidias o les molestas, está claro que tienen un problema, pero en ningún caso es tuyo. Pero despierta, no te quedes anclado en la creencia de que según eres, así te tratarán, porque esto no funciona con todo el mundo

  Es cierto que si somos generosos y amables, los demás, por regla general, también lo serán con nosotros, pero lamentablemente, algunos no están dispuestos a dar lo que reciben sino todo lo contrario, dan lo que tienen en su interior

p or eso, si no comprendes por qué alguien te está haciendo sufrir, por el mero hecho de ser como eres, asúmelo y date cuenta de que no eres tú quien tiene que cambiar, sino ellos.

 Darte cuenta de que es esa persona quien tiene un problema, no significa en absoluto que tengas que seguir permitiéndolo. Al contrario, cuando ya eres consciente de esto, ha llegado el momento de ponerle un gran STOP.

Alejándote de ella o poniendo los puntos sobre las íes, pero en ningún caso dejes que siga haciéndote sufrir. Seguramente, no siempre conseguirás que reconozca su comportamiento negativo.  

La mayoría de las veces, los que actúan así, no son conscientes de ello y si se lo haces ver, lo niegan en rotundo. Si este es el caso, no puedes continuar intentando que descubra que su actitud es nociva, porque al final, saldrás mal parado.

 Lo mejor es que cortes con esa relación, por muy cercana que sea, y que te alejes de esa persona del todo. Como decía Confucio No tengas amigos que no sean iguales a ti mismo”.

 Si no puedes hacer esto (a veces puede tratarse de alguien de tu familia o amiga), reduce tu relación a lo más imprescindible para no permitir seguir dándole oportunidades para que te dañe. Si no quiere reconocerlo, nunca lo hará. Asumir esto, te ayuda a no permitir que te sigan haciendo daño.

 “Es sin duda un mal, estar lleno de defectos; pero es todavía un mal mayor estar lleno de defectos y no quererlo reconocer, porque es añadir el de una ilusión voluntaria”, Blaise Pascal.

 

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